Estadio de Wembley, ante un lleno, sábado 28 de Mayo del 2011
- Los Culés llegaron a su cuarta copa, don bajo el mando de Pep Guardiola
Festeja Barcelona, porque ganó con ese futbol artístico que combina fondo y forma como nadie más en el mundo. Festeja porque hoy estrena una nueva oreja, de esas que sólo se consiguen siendo el Rey de Europa y acabando con las ilusiones de un Manchester United que en realidad nunca pudo sentir de cerca la posibilidad de tocar la Copa.
(Video: Cortesía Videa)
Con ese vaivén difícil de seguir con total detalle para el ojo humano, los "Red Devils" iniciaron el combate con mayor presencia ofensiva. El binomio formado por Rooney y "Chicharito" provocó que los zagueros blaugranas se sintieran demasiado presionados. No era para menos, pues a esos dos leones sedientos de balón se sumaba la ebullición de más de 90 mil aficionados rugiendo a la mínima provocación.
La primera agresión no se presentó en las áreas, sino a la altura del mediocampo. Vidic miró con rencor en el esférico, trató de enviarlo hacia el frente con fiereza y acabó convirtiendo su pase en un dardo directo a la figura de Busquets, quien no tuvo más que caer como un soldado herido de muerte.
El del curioso derribado fue lo más irrelevante del intercambio de fuego entre uno y otro conjunto. A partir de entonces, lo mismo se observaba a "Chicharito" rematando con violencia, aunque estuviera en fuera de lugar, que a David Villa pegándole una y otra vez con pierna derecha. El "Guaje" trató hasta en tres oportunidades, pero Van der Sar, ese coloso que ha decidido despedirse en el más espectacular de los marcos, siempre se lanzó con elasticidad prodigiosa para impedir que la de gajos acabara en las redes.
Pero Villa no era el único encaprichado con marcar. De a poco, tras la vorágine de coqueteos inconclusos con el gol, empezó la orquesta blaugrana, esa de más toque y estética, de altos y bajos cardiacos que vuelven imposible predecir qué es lo que va a ocurrir a continuación.
Así, mientras Messi se quitó a medio equipo inglés y no encontró los espacios para ejecutar, Pedro levantó la mano, capitalizó el pase de Xavi y la desatención de Vidic para meter un disparo que no descansó sino hasta estar bien acurrucado en las redes. Al menos en ese instante, a los 27 minutos, "La Orejona" pareció voltear hacia Guardiola, como analizando si de verdad quería volver a descansar en las vitrinas barcelonistas.
Manchester tuvo que apelar, como lo ha hecho en toda una época, a la valentía del león de barrio inglés. Rooney, ese demonio de agresiva figura que contrasta con su inocente compañero de ataque, hizo y deshizo, tomó el esférico, lo condujo y se lo presentó a Giggs sólo para que éste se lo devolviera en posición de gol. Wayne ahí, con el orgullo y la gloria en juego, no acostumbrado fallar, no fue la excepción. Tiró con maldad, con vehemencia y emparejó los cartones del partido que atrapó la atención del mundo.
El uno a uno provocó que la intensidad disminuyera. Sin embargo, al Barcelona también le gusta jugar con el pizarrón. Cuando no es la inspiración de cualquiera de sus jugadores, es una triangulación que parece sacada de Los Supercampeones más que del trabajo de un Cuerpo Técnico. Los catalanes armaron una auténtica flecha a partir de un tiro libre. La punta de la misma no se concretó sólo porque Pedro no alcanzó a cerrarla. Al entretiempo, una igualada que concentró toda la atención en el complemento.
El regreso a escena mantuvo la sed de sangre de los contendientes. Tras la reanudación, Barcelona volvió a tener la de gajos, a consentirla como nada más el equipo de Guardiola puede hacerlo.
Dicen que bajo advertencia, no hay engaño. Y así fue para el Manchester United, aunque en realidad los blaugranas ni siquiera le dieron tiempo de digerir la amenaza. A los 51', Alves se escabulló en el área manchesteriana para impactar el balón y exigir la revuelta de Van der Sar. Dos minutos más tarde, "La Pulga" percibió una oportunidad, la procesó con celeridad y agarró a contrapie a Van der Sar. El arquero en su triste despedida se estiró, hizo lo posible, pero no le alcanzó para impedir que la redonda terminara reposando en su meta.
De un golpe sí pudo levantarse el Manchester, de dos, ni con Rooney en la cancha. Los "Demonios Rojos" perdieron la fuerza y la vida en los minutos posteriores. Su naturaleza beligerante acabó ridiculizada por la orquesta blaugrana, por esa maravillosa composición ideada por Guardiola y seguida con inspiración e irrestricto respeto por cada uno de los jugadores del mejor equipo del mundo.
Van der Sar, el grande en agonía, se convirtió en el objetivo de un tiro al blanco. Lo atacaba Iniesta, lo ofendía Xavi, lo amenazaban de muerte sin que sus compañeros hicieran algo.
Cuando el partido ya se había convertido en un "tira-tira", Villa, resentido por sus inútiles esfuerzos del primer tiempo, le recordó al mundo, como si hiciera falta, que él también es un fenómeno. Tocó con maestría, al ángulo superior izquierdo para así, con elegancia matadora, acabar con la vida del toro holandés.
Lo que siguió fue pura crueldad del futbol con el Manchester y pura presunción del Barcelona. El partido bien hubiera podido acabarse ahí, con el tercer clavo en el ataúd británico, pero no, las reglas obligaron a que todo siguiera, a que Ferguson intentara procesar que una vez más, como en 2009, la juventud lo había vencido, a que los mexicanos, que tenían intenciones de hacer suya la fiesta, tuvieran que aplazar la posibilidad y a que el mundo siguiera disfrutando del Rey de Europa, de la "Pulga Orejona" y de ese estilo que dejaría muy bien parado al fútbol si hoy se acabara el mundo.



